1 de Pedro 1:1-9. Es un interesante extracto, que personalmente lo he orado. Nuestra oración aquí, y adoración debe centrarse en que, nuestra esperanza es una esperanza viva.
En los tiempos de campañas políticas, muchos ponen su esperanza en los hombres. Y debemos recordar, que los hombres siempre fallarán.
No debemos centrar nuestra esperanza en la iglesia, ni en la religión, ni en el hombre, ni en un pastor o líder carismático. Debemos centrar nuestra esperanza en el Señor Jesús; porque él es nuestra única esperanza. Dios es nuestro socorro.
Nuestra esperanza es una esperanza viva. Pero hay de aquellos que han puesto su esperanza, en la religión muerta que no salva. La religión no murió por nosotros, y debes repetirte a ti mismo, que fue Cristo el que murió por ti.
Hay de aquellos, que han puesto su esperanza, en una iglesia o denominación; La Iglesia no murió por nosotros ¿Quién fue el que murió por nosotros? La repuesta es Cristo.
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Pero hay de aquellos, que también han puesto, su esperanza en un pastor, en un líder; en el hombre. El pastor no murió por ti. Él como tú, también se está esforzando en su fe. Cristo fue el que murió por nosotros, en la cruz.
Esta es la razón, por la cual, la esperanza del cristiano, es una esperanza viva. Y no una esperanza muerta.
(V.3). Bendito el Dios y Padre, de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia, nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo, de los muertos.
Nosotros estábamos muertos, en nuestros pecados; pero el Señor nos hizo renacer con un propósito. Él nos dio vida con un propósito. Él nos hizo renacer para una esperanza viva.
De modo que Dios nos ha dado la oportunidad de ser salvos. Que a la vez es un privilegio; y es una oportunidad que el mundo no tiene.
Pero no era que nosotros fuéramos más buenos que ellos. Como para que Dios dijera: «Estos como que son más buenos, de modo que salvaré a estos y condenaré a aquellos». No. Nosotros estábamos tan perdidos, como el pecador más mundano. Pero él en su amor y misericordia, nos hizo renacer para una esperanza viva.
Esa esperanza es nuestra salvación. Es Cristo, la base de nuestra fe. Es por esa razón que nosotros no estamos llamados a vivir como aquellos que no tienen esperanza (1 Tesalonicenses 4:13).
Muchos creyentes vivimos «como sin esperanza». Andamos «como sin esperanza». Somos como zombis ¿Has visto alguna película de zombis? Son cuerpos vacíos, sin almas. Caminamos, como aquellos que les deben y no le pagan. Siempre estamos mal. Nunca estamos bien.
Pero cuando usted y yo entendemos, que éramos candidatos al infierno de fuego, y que Cristo nos hizo renacer para una esperanza viva; hay motivos para estar alegres aunque tengamos problemas. Hay motivos para sonreír aunque estemos enfermos.
(V.4). Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros.
Nosotros somos tan importantes para Dios, que ya él nos ha reservado un espacio en el trono de la gloria ¿Entiendes esto? Nosotros no somos invitados cualquiera: Ya tenemos un espacio en su reino, en las bodas del cordero, en la nueva creación.
A veces nos preocupamos, por las cosas que perecen: por herencias, por dinero, en la vanidad de esta vida.
Pero nuestra esperanza, no debe estar puesta en ese tipo de cosas; sino en las que Dios ha preparado para nosotros, en el reino de los cielos.
Ya Dios nos ha reservado un espacio ¿A quiénes se les reserva su espacio? ¿No es a los VIP? Tú y yo somos VIP. No somos cualquier cosa para Dios. No vamos a entrar al reino de los cielos de sobra; como algunos piensan por ahí. Eso no. Entraremos porque nosotros, hemos creído en Jesucristo. Es nuestro derecho tener herencia en el reino de Dios (Juan 1:12).
El texto dice; que el Señor nos ha reservado un espacio en su reino.
(V. 5). Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
¿Quién es el que nos guarda? Es Dios. No es con tus fuerzas, ni con mis fuerzas – como dice el profeta Zacarías-, es con su Santo Espíritu (Zacarías 4:6).
La salvación no depende, de nuestras muchas oraciones, ayunos o silicios. Es el Señor el que nos guarda del mal. Porque por más que oremos, vigilemos, o durmamos en el suelo, humanamente no podremos ser más poderosos, que Satanás y sus demonios.
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Dios es el que me guarda del pecado, y del maligno tentador. No es un asunto mío, es asunto de Dios. Venceremos al maligno, pero con el poder de Dios, mediante la fe. Y la fe a la que hace referencia el texto aquí, es depositar nuestra confianza en Jesucristo. Es creer que aunque yo aún no he ido al cielo, yo creo en la existencia de Dios, y que él me ha reservado allá un espacio. Esa es mi esperanza y mi fe.
Es por esa razón; que como esta es mi fe y esperanza, nada me podrá mover de ella. Porque mi esperanza es viva. Unos vendrán y otros se irán. Pero los que hemos creído en el señor, nos mantendremos firmes. Porque nuestra esperanza es una esperanza viva.
(VV. 5-7). Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.
El Señor nunca les prometió a los cristianos una vida sin problemas. ¿Entiendes esto? Nosotros también tenemos problemas, como el resto de la gente. Nos enfermamos como ellos (2 Corintios 11:29). Sufrimos como ellos (Juan 16:33). Lo que nos diferencia de ellos, es que nuestra esperanza es viva, y la de ellos es muerta. Porque ellos viven por lo que perece; más nosotros vivimos por algo que no perece, que es la salvación, que es la vida eterna. Por esto si se merece sufrir, y llorar. Porque aunque es padecimiento, no es un padecimiento eterno.
En el reino de los cielos, no hay enfermos, padecimientos, hambre, guerras. No habrá dolor: ahí se acaban los problemas. Pero mientras tanto estamos aquí en la tierra. Aquí hay problemas: pruebas, aflicciones. Pero Dios permite estos problemas en la vida del creyente con un propósito ¿Y cuál es? Para probar nuestra fe.
El apóstol Pedro compara la fe con el oro, que es sometido a altas temperaturas ¿Sabes para qué? Para ser limpiado. Para quitarle toda inmundicia; para ser purificado.
Del mismo modo nosotros somos sometidos a pruebas. A altas temperaturas, de fuego espiritual. Como dice el verso 7.
Cuando Cristo se manifieste en el día postrero, que nuestra fe sea hallada en alabanza, gloria y honra.
Estos son los tres factores de la fe: Alabanza, gloria y honra.
Que usted alabe a Dios por tu fe. Que los hombres que vean tu buena fe también alaben a Dios. Pero que los ángeles que vean tu buena fe también alaben a Dios.
Que usted glorifique a Dios por tu fe. Que los hombres glorifiquen a Dios por tu fe. Que los ángeles glorifique a Dios por tu fe.
Que usted honre a Dios por tu fe. Que los hombres honren a Dios por tu fe. Y que los ángeles honren a Dios por tu fe.
(VV. 8) A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.
¿Ama usted a Dios? ¿Pero ha visto usted a Dios? He oído a muchos predicadores afirmar que han visto a Dios. Que han visto a Cristo. Pedro vio a Cristo. Conoció a Cristo, vivió con Cristo, caminó con Cristo, durmió con Cristo.
Pero usted y yo, aunque no le hayamos visto; le amamos. Esa es la fe! (Hebreos 11:1).
«En quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso». ¿Usted se goza? Nuestro gozo, no es cualquier gozo; es un gozo inefable, glorioso.
La palabra gloria tiene varios significados en la Biblia. En el Antiguo Testamento, significa peso. ¿Se imagina usted portando el peso del Señor? En el NT. Significa, riqueza, resplandor, luz, riqueza.
Que cuando la gente nos vea, sientan que nosotros le iluminamos su día. Que ellos digan «Hoy tuve un mal día, pero cuando ese cristiano me habló, me cambió la vida».
A eso es que llamamos gozo inefable. Ese es un gozo glorioso. No hay que esperar llegar al cielo, y estar en la presencia de Dios. Aquí en la tierra, tú y yo podemos reflejar gloria.
El verso 9, nos hace ver que nuestra esperanza es una esperanza viva. Ese es el fin de nuestra fe: La salvación de nuestras almas.
Por eso creo, que el que ha depositado su fe en Cristo, no se perderá. Porque el fin de nuestra fe, es la salvación de nuestras almas. Y la promesa dice:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna (Juan 3:16).
Y si yo he creído, entonces tengo vida eterna. Y la palabra eterna significa que nunca termina, que nunca acaba.
Lo que quiere decir es; que nosotros no vamos a esperar morir, para entrar al reino de los cielos, y recibir la vida eterna. Ya en este momento tenemos la vida eterna; porque hemos creído en Cristo.
Ese es el fin de nuestra fe: la salvación.
La esperanza de muchos, es una esperanza muerta. Sencillamente, porque han depositado su fe, en otras cosas que no es Cristo:
Han creído en la Religión, en el hombre, en los grupos. Pero su gran problema es que en verdad no han creído en Cristo.
Cristo es nuestra esperanza. En él tenemos la salvación. Y el depósito de nuestra fe, resulta en la salvación.
Este artículo ha sido adaptado del sermón Nuestra esperanza viva (1 pe. 1:1-9).
Por Rev. Ruddy Carrera.